En numerosas ocasiones el caos en forma de “situaciones desagradables y conflictivas” invade nuestra vida sin tener la certeza de por qué ocurre. Suelen identificarse como malos momentos o rachas a los que no sabemos darles forma, o bien, intentamos convencernos de por qué suceden. Sin embargo, éstos forman parte de una gran oportunidad para poder cambiar algún tipo de percepción errónea que persiste dentro de nosotros.
Normalmente, cuando aflora un conflicto en nuestro ámbito laboral o personal, o en nuestra vida, nuestra mente suele preocuparse en exceso por lo sucedido. Inicialmente, “solemos darle muchas vueltas a lo sucedido”, opción que merma la realidad al no mirar desde un punto de vista objetivo. Es aquí cuando se inicia un pequeño laberinto que nos distrae y no permite centrarnos. Cuanto mayor es la preocupación, más alargamos y atraemos este tipo de situaciones en consonancia con la ley de la atracción.
Por mucho que nos duela, la realidad que vivimos suele mostrarse como un reflejo de los conflictos que solemos tener en nuestro interior. Tarde o temprano, la vida genera esta situación no para hacernos sentir mal, sino para poder sanar algún tipo de contrariedad interna que, de alguna forma, se albergaba en nuestra mente subconsciente y que no hemos terminado de asimilar de forma apropiada.
Un ejemplo de ello puede ser vivir una ruptura sentimental tras otra, o bien, repetir las mismas situaciones de malestar en nuestro trabajo. Esto hace que, en muchas ocasiones, vivamos con la sensación “de que siempre nos pasa lo mismo”, pero en realidad es un asunto no resuelto que tenemos que atender para poder darle algún tipo de solución.
En estos casos, en el momento en que se genera ese conflicto en cuestión, es fundamental tomar distancia y percatarnos qué puede indicarnos esa situación. Si ya la hemos vivido antes, es una clara señal para que quizás haya que perdonarnos, o bien, perdonar a alguien que nos hizo daño y que aún “mantenemos en nuestro pensamiento en forma de rencor”. Por mucho que nos duela, es fundamental tomar cierta distancia y aprovechar esa gran amenaza como un nuevo reto a superar.
Otro cuestión es cuando, en determinadas ocasiones, esa mala situación se mantiene y alarga en el tiempo. Quizás suceda porque el aprendizaje es mayor aún al tener que aprender a vivir en la adversidad, pero con un gran objetivo de fondo: sanar para poder seguir caminando. Por ello, hay quienes en esta etapa vital comienzan a cambiar sus hábitos hacia otros más saludables, escriben alguna carta de despedida para poder perdonar, o bien, comienzan un nuevo trabajo tras darse cuenta que, donde estaban, no era el lugar apropiado.
Esta línea, el conflicto, es muy estudiada por muchos autores como es el caso de Pema Chodron. En su novela, “Cuando todo se derrumba” , ofrece detalles de cómo sostenernos ante este tipo de situaciones y adversidades. A su vez, María Luisa Hurtado Graciet trabaja muy bien este tema a través del Ho ´oponopono, una técnica milenaria de Hawaii que entiende cómo las situaciones desagradables atienden a memorias erróneas internas que tenemos que atender y prestar mucha atención para que no vuelvan a repetirse.
En definitiva, es necesario entender que todo momento negativo, por muy difícil que nos parezca, es posible cambiarlo si somos honestos con nosotros mismos y entendemos que tenemos el control de nuestras vidas y que siempre somos responsables de lo que nos ocurre.
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