Hoy doy voz a una interesante historia gracias al permiso que un suscriptor me ha concedido tras compartir conmigo un caso que en muchas ocasiones suele darse, pero que no solemos prestarle atención. Un doble dilema que no siempre es contado, pero que porfía grandes conflictos emocionales que pueden acompañarnos en varias etapas de nuestras vidas.

Este suscriptor (apodado como Luís para que se entienda bien el relato) me comentaba un anhelo que tenía desde hace bastante tiempo y que no sabía cómo desprenderse de él. La historia es la siguiente.

En su día, Luís tuvo ciertas diferencias con un amigo cercano de su infancia que no había conseguido olvidar. Esta diferencia hizo que él se molestara bastante por un hecho que ocurrió y que consideró una amenaza. La juventud además de la escasa madurez emocional del momento tuvo bastante efecto, ya que lo que ocurrió “no llegó a ser tan grave”. Pero sí que hizo que ambos tomaran caminos diferentes impidiendo que pudieran hablar sobre este tema de nuevo. Sus encuentros con los años habían sido esporádicos y, aunque a veces había pensado en dar marcha atrás, ya no sabía cómo actuar. De por sí y sin saberlo, se había generado un conflicto emocional interno que no sabía cómo afrontar.

Pasan los años y un día, de repente, Luís se entera que un hecho inesperado llegase a la vida de su amigo sin previo aviso. Tras saltar su alarma y con el fin de ayudarle, entró en conflicto consigo mismo porque sabía qué hacer. Entonces, tras ponerse en contacto conmigo, me contaba:

“Yolanda, no sé cómo hacerlo. Quiero retomar su contacto y prestarle mi ayuda, pero no sé si la recibirá bien ya que ha pasado mucho tiempo y me gustaría pedirle disculpas, decirle que puede contar conmigo”.

La duda sobre su conflicto emocional era patente y en más de una ocasión yo misma había asistido a situaciones similares. Así que mi respuesta fue:

“Estás ante un conflicto emocional no resuelto y, mientras no lo atiendas, éste permanecerá contigo. Yo intentaría establecer ese contacto, comentar esas palabras y dar este episodio por cerrado”.

El gran miedo que tenía y que por supuesto podría ocurrir, era no recibir respuesta por su parte tras dar el paso. Y éste es el gran temor que suele atender a gran parte de las relaciones: “si doy el paso y la otra persona no quiere, qué pasará…”. Por pasar, no pasa nada, “pero a nadie le gusta quedarse como que lo intentó y no llegó a conseguirlo”.

Dicho todo esto, se cumplieron todas las premisas. Luís dio el paso que tanto necesitaba, pero no obtuvo ningún tipo de respuesta por la otra parte. Cuando me lo contó sentía cierta sensación agridulce, pero yo le contesté:

“Luís, has sido muy valiente por el gran paso que has dado. Puede que no sea el momento para que la otra persona conteste, pero tú sí lo has hecho y los has intentado. Por tanto y gracias a tu valentía, me felicitaría a mi mism@ y daría este capítulo por cerrado sin venganzas y sin quedarte con esa sensación de no respuesta”.

Todo esto le ha aliviado bastante y no es para menos. Si suponemos que la otra persona todavía sigue manteniendo ese mal recuerdo y no es capaz de ofrecer ni siquiera una respuesta, entendemos que ha optado por permanecer en el rencor y en esa vivencia traumática que tuvieron sin acceder al perdón. Y eso, es mil veces peor que el paso que ha dado Luís.

Por tanto, cuando se genera un conflicto emocional entre dos personas, ambas partes sufren de forma diferente “al no olvidar y no perdonar”. Pero solo una de ellas será libre: aquella que sea capaz de dar un paso al frente y liberarse del rencor.

Recuerda que si alguna vez te has visto sumergido en este tipo de situaciones y no sabes cómo sanar estos conflictos emocionales, puedes acceder en todo momento a nuestro Taller Online de Ho´oponopono “Sanando problemas difíciles”. 

Por que no existe nada como liberar emociones sin generarnos más daño y aceptando como enseñanza aquello que nos ocurrió.

¡Muchas gracias por acompañarme en esta entrada!